jueves, 2 de julio de 2015

Determinación de salvación

Ya no quedan ni las ruinas de esa magnífica ciudad destruida y acosada por la guerra. Esos vestigios de lo que un día fue una fortaleza inexpugnable ahora son inexistentes...
Esos muros antaño resistentes, ahora abatidos por caballos de Troya explosivos que una y otra vez me empeñaba en aceptar que superasen el umbral de las puertas. Y una y otra vez la ciudad caía, cada vez más y más en ruinas.
Ahora... ¿Qué es la ciudad sino un montón de escombro y ceniza? ¿Qué es el aire que surca sus ahora destrozadas calles sino columnas de humo que nacen de un fuego ya extinguido?
¿Qué es de mí?
Una y otra y otra vez... Una derrota tras otra después de tantas victorias ganadas, sólo por depositar mi confianza en lo que yo veía como un aliado y resultó ser mi peor enemigo.
¡Qué estúpido soy! ¿Cómo pude confiar en algo así? Los aliados no existen. Tarde o temprano siempre te traicionan. Ahora contemplo con pesar lo poco que queda de esa fortaleza. Levantarla de nuevo será toda una hazaña... Y aún más hacerlo completamente solo. No más caballos de Troya, ni aliados, ni rendiciones... No más piedad.
No habrá paz en mi fortaleza, incluso aunque, en el peor de los casos, formara alianza con alguien. Nadie quedará impune, nunca más. A partir de ahora, cada caballo de regalo vendrá escoltado por soldados, armados hasta los dientes.
Nadie volverá a atacar mi fortaleza. Nadie mientras yo esté vivo.
Nadie...
Jamás.

Cobardía o coraje

Sentado sobre la rama de ese altísimo árbol, observo el cielo estrellado. De nuevo estoy pensando en ti. Otra vez pensando en aquella que m...