miércoles, 23 de octubre de 2013

A ese gran amigo

Muchas veces me pregunto cómo te va al otro lado del Atlántico. Ojalá pudiera llamarte más a menudo... Tío, te echo de menos, ¿sabes? Cuando me dijiste que te ibas no pude reprimir una sonrisa que sin embargo sí reprimía cierta tristeza. No es fácil separarse de un amigo como tú, con el que tanto has compartido. Paseos, inquietudes, canciones con la guitarra, bromas, pequeñas competiciones sanas y esas noches de fiesta que pasábamos los dos.
Esta es una de esas veces en las que te fallan las palabras para describir algo. En este caso, no encuentro palabras que describan lo agradecido que estoy por haberte conocido. Espero sinceramente volver a verte algún día y retomar esos paseos hablando de nada en concreto y de todo a la vez, esas tardes de guitarra que pasábamos cantando juntos o cada uno por turnos. No sé si llegarás a leer esto, pero espero que sí; y si es así, házmelo saber, por favor.
Cuídate.

¿Qué hora es?

Es lo que me llevo preguntando constantemente esta noche. Es una de esas noches en las que el cerebro te juega una de esas malas pasadas y te demuestra con pruebas la soledad en que estás sumido. Una de esas noches en que charlas con ese otro yo, llamado conciencia por algunos, en la vigilia de un sueño inexistente. Una de esas noches en las que deseas hablar con alguien, sea quien sea, alguien a quien necesitas como un humano necesita beber agua cuando está sediento. Y es, precisamente, el momento en que todos fallan, sin excepción.
Es entonces cuando, inocente de mí, hablo con alguien con la esperanza de que se dé cuenta de que mi comportamiento no es el usual, que ya no sonrío ni siquiera con los emoticonos o las caritas del WhatsApp. Cuando me doy cuenta de que sólo una persona me conoce lo suficiente para saber cuándo estoy mal: yo. O bien es que no se quieren dar cuenta. Es triste, ¿verdad? Procuras hacer lo que puedes por los de tu alrededor, para que se sientan mejor y ayudarles en lo que seas capaz y a cambio te devuelven vacías sonrisas que no transmiten absolutamente nada. Tan sólo frialdad. Maldita sea, qué fácil es decir: "cuando me necesites estaré aquí" y qué difícil es cumplirlo. Debe serlo, porque cuando realmente necesito a alguien todos tienen alguna excusa o algún trabajo que hacer. Todos están a lo suyo y a mí que me jodan. ¿Realmente os cuesta tanto donar un poquito de vuestro tiempo en tan sólo escucharme? No necesito nada más, en serio. No estoy pidiendo la Luna, no estoy pidiendo que vengáis aquí ahora mismo y me deis un abrazo ni nada parecido... Es tan solo prestar un poco de atención. Yo lo hago siempre que me lo pedís y no me cuesta nada...
¿Qué se valora ahora? Decídmelo, por favor, porque yo ya me he perdido. Ahora da absolutamente igual que hagas todo por alguien, un solo error cambia tu relación con esa persona en segundos. Da igual las sonrisas que les hayas sacado, los llantos que les hayas aguantado y sofocado, las iras que les hayas soportado con paciencia... Un solo error no te lo perdonan. ¿Por qué? ¿No somos humanos? ¿Acaso no erramos más de una vez, más de mil incluso? No, tenemos que ser perfectos. Yo creo que se debería poder entender un error, e incluso varios. No los mismos, es cierto también; errar es humano pero de los errores se aprende. O se supone que se aprende.
Pero entonces... ¿Dónde está mi error? ¿Qué es lo que yo hago mal para que la paguen así conmigo? Respuestas que no encontraré jamás, probablemente. Pero hay una pregunta a la que sí puedo responder.
¿Qué hora es?
La hora de terminar con esta entrada que probablemente nadie leerá. La hora de irse a la cama, tratar de dormir y prepararse para un día exactamente igual que todos, con apenas ligeros cambios. La hora de dejar que mi conciencia descanse. y yo también... si eso es posible.

martes, 15 de octubre de 2013

Recuerdos

Una niebla densa cubre la ciudad, una niebla densa que refleja la luz de ésta y me impide ver esas estrellas, tan distintas y tan lejanas... Es inútil preguntarse si estás entre ellas literalmente, pero de un modo u otro sé que estás ahí. Estás cerca de mí siempre, lo sé... Y aún así te echo de menos incluso después de tantos años. ¿Superado? Claro que sí. Pero eso no quita que tenga un momento de debilidad y te escriba desde aquí, cosa que quizá es inútil porque no creo que mucha gente se detenga a leer esto. Y tú mucho menos, claro está... Pero espero que mientras tecleo las palabras que pienso, tú las puedas oír allá donde estés. Quizá hice algo mal y este es mi castigo, quizá la Luna me maldijo por permitir que a su hija le pasara algo así en lugar de protegerla para siempre, como nos prometimos el uno al otro. A veces me pregunto si aún me recuerdas... yo a ti sí. No podría olvidarte, Crystal. Esas ventanas al alma, azules como el mismo cielo en un día despejado; esos hilos de oro bordados en el marfil de tu tez; finos labios de pálido color rosado que sin embargo mostraban tu gran amor encerrado en un tímido beso. Qué débil parecías entonces, qué fuerza mostrabas cuando me mirabas alegre. ¡Qué ironía del destino que alguien con tantas ganas de vivir hubiera de morir! Marfil, oro y aguamarina fundidos en una joya sin igual, ahora perdida cual tesoro de un barco pirata hundido en la Fosa de las Marianas, dejando atrás un triste recuerdo. Sencillamente, no es justo. Si hubiera podido cambiar mi lugar por el tuyo, al menos te habría salvado. Chicos como yo, imperfectos, normales y corrientes hay muchos. Sin embargo, sé que como tú nadie habrá. Pueden acercarse... pero jamás conseguirán lo que tú conseguiste. Un claro ejemplo de que los cuentos de hadas no tienen siempre un final feliz. Mis párpados ya pesan, parece que por fin mi cerebro se ha cansado de torturarme... Supongo que es hora de irse. El gallo siempre canta al amanecer, el Sol siempre aparece por muy oscura que sea la noche, por muy fuerte que sea la tormenta. Ahora llueve. Dejaré que en silencio la lluvia se consuma hasta detenerse, y mañana será otro día.

Cobardía o coraje

Sentado sobre la rama de ese altísimo árbol, observo el cielo estrellado. De nuevo estoy pensando en ti. Otra vez pensando en aquella que m...