Suspiro... Y por fin me levanto. Ante mí puedo ver el paisaje que contemplaba antes de detenerme a descansar. Una vasta pradera verde, con algunos árboles y piedras como los que me han ofrecido cobijo bajo la abrasadora luz del Sol. Sigo notando bajo mi mano derecha algo metálico. Mi fiel espada. Una espada enorme, cuya hoja de doble he blandido sin descanso durante todo este camino contra todo tipo de enemigos. Esa espada que me ha acompañado siempre, y que aunque una vez se quebró, una luz la reparó. La empuñadura representa a un dragón dorado en pleno vuelo, escupiendo llamas que brillan con una misteriosa luz azulada. Sin duda me quedaría allí todo el día... Pero he de continuar. Todavía me falta mucho camino que recorrer...
Pero sigo un rato más. Mi torso desnudo revela las cicatrices de todas las heridas que he recibido a lo largo de las cruentas batallas. Victorias, derrotas, traiciones... Pero al final, nada de eso importa. Tantas veces preguntándome si debería dejar de luchar para nada. Pero algo me empuja a luchar, a no abandonar mi camino. La luz... Siempre la luz. Esa luz que aparece por las noches para alumbrar mi camino, esa misma luz que reparó mi espada en una ocasión, cuando ya no podía más... Esa luz es la que me ayuda, me da fuerzas. Siempre intento alcanzarla, pero nunca lo consigo. Tan sólo guía mi camino miles de pasos por delante de mí. Pero sé que algún día la alcanzaré.
Me levanto y cargo una vez más con mi espada a la espalda. Todavía me queda un largo camino por recorrer.
No hay comentarios:
Publicar un comentario