domingo, 27 de noviembre de 2016

La fortaleza de la debilidad

El pasado, pasado está. O eso es lo que dicen. Sin embargo es cierto que en cierto modo te persigue... Sí. Tu mente te juega malas pasadas, esos recuerdos que creías olvidados, esos recuerdos que creías desterrados de tu mente para siempre, de repente, como reacción a una palabra, una canción o una simple melodía tarareada... Vuelven. Sin más. Esos fantasmas del pasado te torturan en tu mente, vuelven para recordarte aquellos malos sentimientos o para recordarte esos buenos tiempos que jamás volverán. Vuelven para recordarte que no eres el de ayer, ni el de hace un mes o un año o un lustro. "Has cambiado" te dicen.
¿No crees que ya está bien? ¿No piensas parar eso? Deja ya tus preocupaciones arrinconadas en tu mente, pues preocuparse no solucionará tus problemas. Deja ya el pasado en el pasado, de vez en cuando recordar puede ser bueno pero desde luego si los recuerdos te torturan no lo es. Deja los buenos recuerdos en esa cajita al lado del corazón, donde se atesora todo aquello que te importa, y deja que los malos recuerdos floten hacia el cielo, elimínalos ya por fin. Si no lo haces, te consumirán. No podrás afrontar el presente si no te has librado de tu pasado. ¡Hazlo de una maldita vez!

Abrí mis ojos repentinamente ante ese grito y empuñé mi espada, alerta. Entonces los flashes me vinieron a la mente. Metal contra metal, sangre derramada, cuerpos... Me pesaba el cuerpo y mi mente seguía embotada. En medio de una masa de cuerpos, poco a poco, apoyado en mi espada, me fui levantando. Todos los cadáveres llevaban la misma negra armadura de mis recuerdos.
Todos ellos eran mis enemigos.
Estoy malherido pero no muerto. Yo sigo siendo yo. Levanto ese enorme acero y la apoyo sobre mi hombro derecho. ¡Todavía no he muerto! ¡Aún puedo luchar! ¡Tengo fuerzas de sobra para vencer a quien ose interponerse en mi camino!
Aprieto los dientes por el dolor, pero avanzo decidido entre los cuerpos de millares de enemigos. Las batallas son más duras cada día, los enemigos son más en cada oleada. Tropiezo. Alto... No esperes un brazo que va a sujetarte en tu caída, chico. Eso sólo sucede en las películas. Y quien detiene mi caída soy yo mismo. Planto la rodilla en tierra y me sostengo de nuevo con mi espada. ¿Quién me creo que soy para darme el lujo de descansar? ¡No, de eso nada! ¡Arriba! Y de nuevo me iergo en la explanada sembrada de muerte. Y sonrío.
No es una sonrisa falsa, ni de alivio por haber vencido.
Es una sonrisa verdadera por darme cuenta de que me sigo teniendo a mí mismo. Sigo siendo yo.
Y con mi espada al hombro, abandono la explanada de cadáveres adentrándome en el bosque, en pos de un nuevo peligro.
Sacando fuerzas de flaqueza. Pues de mi debilidad nace mi fortaleza.

Cobardía o coraje

Sentado sobre la rama de ese altísimo árbol, observo el cielo estrellado. De nuevo estoy pensando en ti. Otra vez pensando en aquella que m...