miércoles, 4 de diciembre de 2013

Recuerdos que duran una melodía

Lágrima - Francisco Tárrega
Ni siquiera estoy pensando en la melodía, pero mis dedos se mueven por inercia recorriendo los trastes de la guitarra. ¿Qué estoy haciendo? La he tocado tantas veces que me la sé de memoria, ni siquiera me hace falta pensar la nota que viene después, ya que antes de eso mi dedo ya se dirige al traste correcto. Es como esas veces que ni siquiera escuchamos a la persona que nos habla pero asentimos inconscientemente para disimular que no estamos prestando atención. Como cuando, andando sin rumbo perdido en tus pensamientos tus pies se mueven solos y te llevan al lugar que sueles visitar a menudo en la ciudad, o te conducen por el camino que tomas normalmente. Es algo prodigioso de la mente humana. Mientras las notas de la melodía resuenan en el aire, ésta ejerce extraños influjos sobre mí conduciéndome por los enormes pasillos sin final de la biblioteca que conforma mi mente y mis recuerdos. Abro los libros y en ellos veo imágenes. Veo una bonita fuente y a un hombre mayor con gafas ligeramente oscurecidas y sombrero sentado en uno de los bancos del paseo. Una elegante gabardina beige y unos pantalones y zapatos a juego completan su vestuario; una sonrisa de oreja a oreja me transmite paz y serenidad.
Romance anónimo
Cambia la melodía, pero mis dedos parecen tener vida propia y la imagen se desvanece y vuelve a aparecer ese bello libro de lomo rojo bermellón. Sonrío, y parece que ésta melodía me conduce a un nuevo libro, en esta ocasión azul cielo y muy fino. Entre sus páginas aparece un hermoso rostro de piel de marfil, ojos aguamarina y cabellos dorados. Su bella sonrisa me hace olvidarlo todo a mi alrededor. Quizá es por eso que todo lo demás es de color negro. No, no es eso. Simplemente es de noche. Las estrellas brillan sobre nosotros, pero esa linda cara transmite más luz que cualquier bola de gas incandescente que haya en el cielo. Siento sus labios en los míos y me doy cuenta de que he cerrado los ojos. Es tan bella...
Concierto de Aranjuez - Joaquín Rodrigo
De nuevo cierro el libro y lo devuelvo a su sitio. Una nueva melodía guía mis pasos hasta un enorme tomo que parece una enciclopedia de color marrón rojizo. Apoyado en una mesa cercana, al abrirlo se me aparece al instante un hombre no muy mayor, con gafas y una poblada barba bien cortada que adorna su cara. Su pelo oscuro ya conserva algunas manchas blancas. Está tocando la guitarra y yo escucho embobado y sonriendo. Una mujer sentada a su lado le escucha con una gran sonrisa. Su pelo castaño también presenta pequeños mechones blancos. Pero ambos me dan seguridad y calma en su presencia. Pero también nostalgia.
Mi favorita (Mazurka) - Anónimo
Al devolver esa enciclopedia al lugar que le corresponde, me doy cuenta de que sin quererlo me dirijo hacia otra estantería en la cual hay un libro de tamaño medio y lomo de color verde esmeralda. Entre sus páginas me esperaba la imagen de un joven un año mayor que yo, de ojos de un color verde y gris y pelo negro alto como las columnas de una catedral. Habla animadamente y se ríe, y yo sin poder evitarlo me río también, contagiado por su alegría. Al lado, riendo, otro chico algo más alto que yo y con el pelo largo y negro y ojos castaños. Varios chicos más, todos de diferente edad están reunidos alrededor de una de las máquinas expendedoras, gritando y pegándole a la máquina porque se ha tragado una moneda de un euro. Y todos nos reímos por las tonterías que decimos. La alegría de estar con ellos me hace sentir bien.
Náufrago - Sôber
Al cambiar drásticamente la melodía, de nuevo mis pies cobran vida nada más posar el libro en su estantería y me dejo llevar por las notas que empujan mi cuerpo hacia otro libro de cubierta negra, fino y delicado. De nuevo aparece ante mí un bello rostro cuya piel clara aunque ligeramente bronceada me hace estremecerme al estar tan cerca. Las maletas y la guitarra se encuentran a mi lado, posadas en el suelo. Sus ojos oscuros poseen una luz sobrenatural y me atrapan sin remedio al acercarme más y más a ella y terminar fundidos en un fuerte abrazo.
Si amaneciera - Saratoga
Una vez más, mi cuerpo me obliga a coger un nuevo libro. Su color azul marino me hace sonreír antes incluso de abrirlo. Las páginas pasan volando y se detienen en una bonita imagen. Sentados en el césped, un chico de cabello negro y piel broncínea y yo cantamos a dúo una canción mientras yo toco la guitarra. Una felicidad instantánea me invade y la sonrisa que ya esbozaba se ensancha al máximo.

Dos finos arroyos surcan mis mejillas sin que ésto haga desaparecer mi sonrisa cuando la melodía termina. Este es el poder de la música. Recuerdos que duran una melodía, recuerdos que perduran para toda la vida.

lunes, 2 de diciembre de 2013

Paisajes

Un silencio tan sólo roto por el susurro del agua. Un arroyo fluye entre las rocas y las altas briznas de hierba que crecen bajo los pequeños y jóvenes árboles en una diminuta isla separada del camino por el agua, con apenas cinco dedos de profundidad y poco más de 40 centímetros de anchura. Pero ese minúsculo trozo de tierra es suficiente para que esos árboles arraiguen y sobresalgan entre la marea de piedras y la débil corriente de agua que más adelante forma un pequeño estanque natural. Las verdes hojas bailan al son de la suave brisa con alegría bajo el abrasador sol veraniego, pero la espesa copa de los árboles sigue produciendo sombra a este remanso de paz en que me encuentro. Tumbado, con los ojos cerrados y la mente en blanco, me limito a escuchar el arrullo del agua dejando que fluya en mi interior, calmando mi ser como las fuentes calman la sed de aquellos que se atreven a pasear en este tiempo. El mismo riachuelo parece formar parte de mi cuerpo a pesar de no tocarme siquiera, pero mi espíritu en calma se deja llevar por la corriente pausada y constante. Las voces de mis amigos, jugando a las cartas al otro lado del arroyo parecen tan lejanas que ni siquiera las escucho. Sorprendiéndome a mí mismo, sonrío. No como todos los días, no con esa sonrisa forzada que trata de fingir que todo está bien y que no me pasa nada tratando de que no se preocupen por mí para que no tengan en qué pensar. Es una sonrisa sincera, de esas que sólo se suceden en momentos de felicidad pura y verdadera. Agradezco este descanso, este momento de paz y serenidad en que los elementos me ayudan a encontrarme a mí mismo. De nuevo sonrío. No quiero abrir los ojos, pues es más bello lo que percibo con mi propio pensamiento que cualquier cosa que pueda encontrarme en la realidad. No, aquí se está bien. Bueno, supongo que no puede durar eternamente. La voz de una querida amiga me saca de mi nirvana.
- David, ¿estás bien? ¿Te pasa algo?
Me limito a sonreír, abriendo los ojos y mirando en dirección a mis amigos. Solo ella me está mirando con expresión preocupada. Y yo, con esa misma sonrisa, asiento.
- No te imaginas lo bien que me encuentro- añado en voz baja, volviendo a tumbarme sobre la tierra y cerrando de nuevo los ojos.
Sin perder la sonrisa, prosigo con esa inmersión en los ríos de paz cuyo sonido inalterable trae memorias de tiempos remotos. Es el sonido más antiguo de la Tierra, el sonido que menos ha sido modificado. El sonido de los elementos desde el principio de los tiempos. Es el sonido de la naturaleza, el sonido de la felicidad y la paz el motivo de esta sonrisa que parece tan estúpida y lo seguirá pareciendo a aquellos que no valoran los pequeños placeres de la vida.

Cascada del Diablo
Villanueva de la Vera (Cáceres)

Ouróboros

Estaba equivocado. Como siempre, estaba equivocado. Creí ser alguien especial, o al menos alguien no tan normal como todos los demás y sólo soy uno más. Qué pensamiento tan egoísta, ¿verdad? Ser especial... No... Así soy yo. Egoísta, idiota, tan sólo un chico más en la Tierra como cualquier otro. Me he dado cuenta de que no tiene nada de especial saber tocar la guitarra y dedicar una canción a alguien tratando de expresar los sentimientos pues siempre es lo mismo: "¡qué bonita, muchas gracias!" Y realmente ni siquiera han escuchado la letra. Son solo canciones. Me he dado cuenta de que decir "te quiero" no es más que una absurda manera de decir algo que sientes para que te respondan "yo también". Me he dado cuenta de que decir "cuenta conmigo para lo que quieras" es solo una manera de decir "estaré aquí cuando me necesites" sabiendo que nadie me necesita nunca para nada; de que unas palabras bonitas que salen del corazón solo llegan al corazón de otra persona en las películas, en las series, en los libros; allí donde todo es ficticio. De que nunca he dedicado palabras bellas a nadie que no lo mereciera, pero eso nadie lo nota; de que me entrego en cuerpo y alma a mis amigos y a mi amor pero nunca lo agradecen, nunca tienen palabras bonitas y amables para mí sin un interés en especial. De que trato bien a las personas porque me gustaría que me trataran bien a mí, aunque muchas veces es todo lo contrario. De que a prácticamente todo el mundo le es indiferente si estoy bien o mal, de que nadie me conoce tanto como creo. Me he dado cuenta de que estaba completamente equivocado. Me he dado cuenta... de que la frialdad y la soledad son mis únicas amigas, tal y como me di cuenta hace ya más de 7 años, tal y como me di cuenta por segunda vez hace apenas unos 3 años... Me he dado cuenta de que he vuelto a la cabeza del Ouróboros, la serpiente que se muerde la cola. He comprendido al fin que un ángel oscuro no puede ser nunca un ángel guardián salvo de sí mismo. Porque por mucho que proteja a los demás, éstos siempre se quedan con la imagen de sus alas negras. No importan los actos, la bondad encerrada en él o lo luminosa que sea la luz de su espada; lo primero que ven siempre son sus alas negras. No sé si me entendéis. Pero si no me entendéis, me da igual. No espero que nadie me entienda, porque he comprendido que en esta vida nadie intenta entender al otro. La palabra "empatía" carece de sentido, como muchas otras palabras que la RAE debería considerar en peligro de desaparición por la  falta de uso en los pensamientos y conversaciones de hoy en día.
Pero también he comprendido que, si alguien ha leído esto hasta aquí es porque quiere intentar entenderme o al menos siente curiosidad por mis sentimientos y mi forma de ver las cosas. Gracias.

Cobardía o coraje

Sentado sobre la rama de ese altísimo árbol, observo el cielo estrellado. De nuevo estoy pensando en ti. Otra vez pensando en aquella que m...