jueves, 12 de junio de 2014

Cansado

Estoy cansado. Sí, yo también me puedo cansar a veces. Estoy cansado de tener que buscar algo para mantenerme ocupado y no poderme relajar a gusto sin pensar en nada más que en mí alguna vez. Cansado de que si estoy descansando me digan que soy un vago y no hago nada. Cansado de seguir pensando en lo mismo una y otra vez sin poderlo remediar. Estoy harto de todo y de todos. Son mis vacaciones y sin embargo todos se empeñan en que tengo que estar trabajando u ocupado en algo. Si he hecho mi parte del trabajo, ¿qué más quieren? ¿Que lo haga todo yo? Y por encima de todo... Estoy cansado de velar por ella cuando ella ni siquiera lee estas palabras. Cuando de las pocas veces que la hablo ella contesta aún menos. Cuando me hizo ilusiones durante un mes y me las destrozó por completo cuando menos lo esperaba... Estoy harto de todo. Y de todos. Podéis llamarme pasota, decir que soy un egoísta o que sólo quiero hacerme la víctima. Pensad lo que queráis, si eso os hace sentir mejor. Pero no soy de piedra, tengo sentimientos aunque los oculte. Y estoy harto. Tengo obligaciones, sí, pero nadie se acuerda de mis derechos. Y estoy harto.

miércoles, 11 de junio de 2014

El batir de las alas negras

Tengo ante mí la carta. Si antes lo dudaba, ahora ya lo sé seguro. No vendrá. Enfadado, y no sé si es conmigo mismo o con ella, tiro la carta. No sé cómo, y no me importa tampoco, lanzo una bola de fuego contra ella con la mano izquierda y la carta echa a arder instantáneamente. Cuando llega al suelo no es más que un montón de ceniza. Y yo ya no soy yo. De nuevo, las alas negras adornan mi espalda y mi espada ha adquirido el color negro del azabache. Sonriendo con maldad sin saber el por qué, me elevo sobre las copas de los árboles. Sí... Vuelvo a ser un ángel oscuro, un ser sin sentimientos, ni luz ni oscuridad. El perfecto equilibrio entre el bien... Y el mal.
Una flecha sale de la nada. La esquivo por poco y miro al suelo. Allí, entre los árboles, hay dos arqueros humanos. Cabreado me lanzo directo hacia ellos. ¿Dos simples humanos creen que pueden atacar a un ser claramente superior? No lo toleraré.
Posando lentamente los pies en el suelo observo sus caras de pavor. Uno de ellos me apunta con el arco cargado. Sonrío de nuevo.
- Sois muy estúpidos, o muy valientes- las palabras me salen solas.- O bien creéis que vuestra hora ha llegado y no sabéis cómo morir. Deberíais sentiros honrados- desenvaino mi espada negra.- Tranquilos, no va conmigo el hacer sufrir a la gente. A pesar de mi oscuro aspecto, no soy malvado. Pero sí rencoroso.
El arquero suelta la flecha, que vuela hacia mí directamente... Y la atrapo entre mis dedos índice y pulgar, negando con la cabeza. Sonrío con frialdad, viendo que ambos cargan flechas en sus arcos.
- Os advierto, puedo perdonaros la vida hasta en dos ocasiones. Pero, si lanzáis esas flechas, estáis muertos.
Antes de que terminara esas palabras, soltaron decididos las flechas. Suspiro y me concentro vagamente. Al instante, aparezco delante de ellos envuelto en un fugaz destello luminoso. Lanzo mi espada hacia delante en una estocada implacable y atravieso al mayor de los dos. Con los ojos muy abiertos, me mira sorprendido y agonizante. En apenas unos segundos, sus ojos pierden todo el brillo mientras el más joven me mira incrédulo y horrorizado. Extraigo la espada y dejo caer el cuerpo sin vida. Como recuperando la conciencia de sí mismo, el otro arquero echa a correr.
- Tss...
Alzando mi mano, le apunto directamente. La negrura total le envuelve y mi espada negra reluce con una brillante luz. Al momento, siete arcos de luz casi simultáneos rodean al chico mientras me coloco tras él. El paisaje vuelve a la normalidad y el chico, inmóvil, cae de rodillas. En ese mismo instante me vuelvo y veo cómo su cuerpo se divide en varios trozos envueltos en sangre que sale a borbotones de todas ellas.
Es en estos momentos cuando mi parte de demonio se ríe en mi interior. Mi nombre es Kareth Dylan, señor de la luz y rey de la oscuridad. Mi trabajo es mantener el equilibrio entre ambas. No soy bondadoso, no soy malvado. Soy justo. Y quienes me atacan... Lo pagan muy caro.
Mi ira se ha aplacado. Ya no me importa que ella no venga. Porque yo seguiré esperando. No aquí, por supuesto. Seguiré esperando mientras prosigo mi viaje. Y proseguiré mi viaje sin más compañía que el batir de estas alas. El batir de las alas negras.

Felicidad momentánea

Despierto sobresaltado. De nuevo, una pesadilla. Espero un rato para que mi corazón se calme y miro alrededor. Todo está en calma, y todo sigue igual. Suspiro y pienso que no sé qué es lo que prefiero, si una pesadilla terrible o una realidad dolorosa.
Esta tensión que siento nunca desaparece... Continuamente vivo con una opresión en mi pecho que mitigo a veces gracias a otras personas... Pero no se va. ¿Por qué? Hay elecciones que resultan muy sencillas, pero otras... Sonrío con pena. Otras son tan dolorosas y tan horribles...
Prefiero no pensar, pero parece que no depende de mí. Mi cerebro se obstina en hacerme una y otra vez regresar a ello. ¿Para qué? Yo ya tomé mi decisión. El resto no es cosa mía. Pero mi cerebro no atiende a razones. Y mi corazón sufre por ello.
Me llevo las manos a la cabeza y trato de sacudir mis pensamientos. Pero el resultado es el mismo. Salgo de casa y me dejo guiar por mis pies, tratando de alejar todo de mí. Una máscara de indiferencia cubre mi rostro. Pero en mi interior todo está tan agitado que parece un huracán. Y duele.
Necesito centrar mi atención en otras cosas...
El coche está cerca y las llaves en mi mano. Sonrío una vez más con pena y meto la guitarra en el. Nada más apagarse la luz de los calentadores, acciono el arranque y a la primera el motor ronronea, como si estuviera a gusto con mi presencia. Eso me hace feliz... Momentáneamente.

Entrenamiento a la espera

Una y otra vez, blando mi poderosa espada de arriba a abajo para ejercitar y calentar los músculos de mis brazos antes del entrenamiento. Suspiro. Aún estoy esperando la llegada de esa persona que me dijo que vendría. Ha pasado mucho tiempo, pero aún sigo esperando. Tensando todos mis músculos, pongo a prueba mi cuerpo comenzando a mover la enorme hoja de doble filo alrededor de mí usando una vez cada mano. La dejo caer y con un golpe seco queda en el suelo, inclinada. Entonces, girando sobre mí mismo trazo un corte horizontal hacia delante y a partir de ahí encadeno varios movimientos que la gran mayoría de personas al verme piensan que es imposible hacer con esta monstruosidad. Desafío las leyes de la gravedad saltando sobre un adversario imaginario, lanzando patadas y un fuerte corte vertical tirando de mi arma para que no llegue al suelo. Necesito descargar mi furia. ¿Furia por qué? Aún no lo sé. La espada sigue moviéndose a una velocidad constante e imposible alrededor de mí. Furia probablemente por mí. Lanzo un potente tajo horizontal. A cada movimiento, la fuerza imprimida en ellos va aumentando. Sin darme cuenta me voy acercando a un árbol cercano. Tajo horizontal y voltereta para esquivar. Nada más levantarme clavo la espada en el suelo de forma vertical y protejo mi cuerpo. Un aura azul rodea la hoja. Salto por encima con un mortal y tiro de mi espada en el aire. Al instante, la hoja traza un arco sobre mí y golpea el suelo de forma contundente produciendo tres cortes en distintas direcciones. Sí, es eso. Estoy furioso conmigo mismo por no saber mantener lo que quiero. Más movimientos. En ese momento me doy cuenta del árbol. Doy un salto hacia atrás para no clavar la espada en el tronco.Si fuera un enemigo probablemente me habría dado cuenta antes. Qué despistado estoy... Y eso me enfurece aún más. Pero controlo mi furia y la descargo en forma de cortes. El aura azul de la hoja aumenta en intensidad. Cuanto más pienso en mis errores más furioso estoy. La hoja brilla con un tono azulado. ¡No puedo permitirme fallar más! Lanzo un fuerte tajo vertical golpeando el suelo de nuevo. Una impresionante hoja de energía de color azul brillante sale despedida, devastando todo lo que encuentra a su paso hasta perderse en la espesura del bosque. Desde mi posición, cogiendo la espada con una mano, me levanto y echo a correr hacia el árbol. Ahora el aura azul me rodea a mí. ¡NO PUEDO FALLAR MÁS! El aura se vuelve opaca y brillante y toma la forma de un dragón. La espada va rozando el suelo. Salto. Y paso el árbol de largo. Cansado, respiro hondo y guardo mi espada en la enorme vaina que llevo a la espalda. Y es entonces cuando el árbol cae, partido en dos mitades. Pero antes de que caiga, mi furia desatada me hace moverme por mí mismo. Cuando me vuelvo hacia él de nuevo ya no soy yo mismo. Dos alas negras adornan mi espalda a ambos lados de mi espada, cuya hoja se ha vuelto negra como el azabache. Alzo mi mano, envuelta en relámpagos de oscuridad. Al instante, toda la furia que llevo es conducida a través de mi cuerpo y los relámpagos inundan todo mi alrededor. Golpean el árbol que aún está cayendo y antes de que llegue a tocarlo ya ha sido carbonizado.
Miro mi mano. La mano de un monstruo. Y entonces vuelvo a suspirar. Soy yo, otra vez. Pero la furia ha marchado. Y tras ella sólo queda el dolor de la incertidumbre.
Supongo que tendré que seguir esperando.

martes, 10 de junio de 2014

Ruego

Escribir... Es lo único que puedo hacer ahora. Escribir para que nadie me conteste. Escribir para que la Luna me mire silenciosa desde allí arriba, escribir para que sólo el silencio conteste a mis lamentos. Escribir... Qué irónico este momento. Trato de huir de la soledad y resulta que la busco en la pantalla de un ordenador, frente a una entrada que no sé si alguien leerá alguna vez; o quizá es ella misma la que me encuentra a mí. Me acompaña en todo momento. Entre las teclas del portátil en el cual estoy escribiendo esto, en cada nota arrancada de las cuerdas de mi guitarra o de las teclas del piano. Debe ser que estoy hecho para esto... He nacido para contar historias, cantar y tocar... Y que nadie me escuche. Me oyen, pero no me escuchan. Leen lo que escribo, pero supongo que siguen siendo sólo palabras escritas y publicadas en un mísero blog que apenas tres personas o cuatro leen, y nunca la persona que yo quiero que lo lea... Pero de alguna forma, esta soledad me sienta bien. Sigue siendo irónico, ¿verdad? Buscar la soledad para huir de la soledad.
Miro a la Luna directamente. Allí está, solemne y silenciosa. Triste, o quizá sólo es mi impresión. Supongo que cuando estás triste todo se vuelve más apagado; que cuando las lágrimas llenan tus ojos, éstas parecen estar mojando todo lo que ves. Y allí me quedo, apoyado en el alféizar de la ventana y mirando la Luna, perdido en mis pensamientos.
Es probable que, si lo ves desde una posición situada detrás de mí veas la típica escena de cine en la que el protagonista contempla el cielo nocturno y su amada, o su amigo, se acercan e inician una conversación profunda o romántica con él. Pero claro... Falta esa amada, ese amigo.
Suspiro.
Un suspiro frío y a la vez cálido. Un suspiro que parece vacío pero realmente está lleno de deseos. Un ruego silencioso en el silencio de la noche. ¿Quién va a oír eso?
Pero me da por mirar el móvil, mirar la lista de conversaciones de WhatsApp. Es en ese momento en el cual, en una de ellas pone algo que alimentaría la esperanza de cualquier otro que necesite hablar: Escribiendo...
Y es entonces cuando cierro la aplicación, desactivo los datos y me voy. De nuevo busco la soledad para huir de ella misma. Pero si no es la persona con la cual me gustaría hablar, ¿para qué iniciar una conversación inútil?
El móvil ha quedado sobre el escritorio, y yo he salido de la habitación con la guitarra en dirección al balcón. Sentado en una silla le canto a las estrellas. Es un ruego por mí, un ruego por la frialdad con que me tratan. Me pregunto, ¿qué es lo que yo he hecho para obtener esto? Debe de ser algo muy malo.
Y sin embargo, ante esta idea sonrío. Sonrío porque sé que no queda otro remedio. Las notas de la melodía se elevan hacia el cielo. Y aunque aún conservo la sonrisa en mi rostro, una fina lágrima recorre mi mejilla.

domingo, 8 de junio de 2014

Pesadilla o sueño, sueño o pesadilla

Soñar es fácil. Lo único que tienes que hacer es desear algo con mucha fuerza y cerrar los ojos. ¿Quién no tiene sueños bonitos con algo o alguien que desean? El problema viene cuando el sueño se convierte en una pesadilla... O no, quizá no es tanto problema como cuando no sabes qué es lo que estás viviendo, si un sueño, una pesadilla o una mezcla de los dos. Sobre todo si sueñas despierto.
Ese es el mayor problema. Si sueñas despierto, ¿cómo puedes distinguir el sueño de la realidad? Y si consigues hacerlo (algo que es prácticamente imposible), ¿cómo distingues un sueño de una pesadilla antes de que nada malo ocurra? Todo tiene un precio, excepto si es en sueños. Intercambio equivalente lo llaman. Pero eso sólo funciona en la realidad. Supongo que entonces, cuando todo es demasiado bonito para ser verdad es cuando se considera un sueño. Y cuando algo malo ocurre en ese sueño es cuando se convierte en pesadilla. ¿Será eso verdad?
Si es así... ¿Qué es esto? ¿Un sueño o una pesadilla? ¿Una pesadilla o un sueño?
Ya no lo sé, porque esto es demasiado bonito para ser verdad incluso cuando ocurren cosas malas y dolorosas.
¿Qué es entonces? ¿Pesadilla o sueño? ¿Sueño o pesadilla?
Sinceramente... No quiero que sea ni uno ni lo otro. Quiero que sea REAL.

Cobardía o coraje

Sentado sobre la rama de ese altísimo árbol, observo el cielo estrellado. De nuevo estoy pensando en ti. Otra vez pensando en aquella que m...