viernes, 30 de diciembre de 2011

Nada que hacer

Busco, busco y no encuentro,
te busco y veo que no te tengo.
Vacío y solo, sin nadie a mi alrededor
busco en el sendero donde se perdió mi amor.
Desesperado y herido, con ganas de vomitar,
apoyado en mi espada sin fuerzas para hablar
observo el estrecho sendero que he recorrido
desviándome tan lejos de mi destino
sólo para buscarte,
la Luna llora por mí, cristal mojado
ahogado en el cielo azulado,
he resbalado por el hielo de mi corazón apenado.
Cargo con mi espada una vez más,
no puedo rendirme sin luchar
pero mis fuerzas me abandonan,
cada segundo sin ti siento
que voy perdiendo un pedazo de mí.
Lo siento por sufrir en silencio este amargo dolor,
lo siento por quererte y haberte llamado, amor.
Lo siento... pero no puedo seguir
atravesando este sendero sin arriesgarme a morir.

jueves, 8 de diciembre de 2011

Caída brutal

No me lo explico... Estaba tan cerca e iba tan rápido... ¿Cómo esta flecha se clavó en mi pecho? Escucho tu voz llamándome preocupada mientras caigo, hundiéndome en las tinieblas... La flecha me absorbe todas las fuerzas y no puedo ni siquiera mover el brazo para arrancármela. Mi vista se nubla, pero aún te distingo allí, a lo lejos, al final de este estrecho pasaje que se desvía tanto de mi camino. Yo decidí desviarme ligeramente del camino que seguía para encontrarme contigo, mis alas se volvieron blancas y la hoja de mi espada desprendía luz. Ahora no. Ahora mis alas vuelven a ser negras y la hoja de mi espada es simplemente eso, una hoja de espada completamente normal. Aún te siento llamarme... ¿Por qué no me dejan ir contigo? ¿Qué he hecho para merecerme este castigo? Quizá desviarme del camino es algo que no puedo hacer, adelantar sucesos que deben ocurrir más adelante o que quizá no deben ocurrir. Quizá merezco el castigo que me han dado, haciendo que sufra por amar a alguien. Quizá mi camino debo hacerlo solo y sin ayuda. La oscuridad va ganando terreno... Si no me arranco esta flecha, acabaré muy mal. Pensar en ti me da fuerzas, pero a la vez me hace sentir un terrible dolor. Pero si no uso esa fuerza para arrancarme esta flecha, moriré. Gracias por estos días tan maravillosos, gracias por ser quien eres. Gracias por estar ahí. La flecha negra ha salido y mis negras alas vuelven a cambiar de color... Ya no soy un ángel, ni un demonio de negras alas... Mis alas se han vuelto azules como el manto del cielo nocturno, surcado de destellos cual estrellas del firmamento. Un ángel oscuro. Mitad ángel, mitad demonio. La luz del ángel guardián y la oscuridad del demonio del abismo. Mi colosal espada reluce con una luz paradójicamente oscura, cargada entre mis alas. Dejo caer la flecha en el abismo. Si he de encontrarte, te encontraré. Me enfrentaré a lo que tenga que enfrentarte. Te encontraré. Pero... ¿A quién me refiero con esas palabras? ¿Lo sabéis vosotros, aquellos que leéis mi blog? Si lo sabéis... decídmelo, por favor.

miércoles, 7 de diciembre de 2011

El ángel cayó

Mis alas se desplegaron provistas de un nuevo e inmenso poder. Pero ya no eran negras. Blancas alas de plumas. Me sentía completamente vivo, me sentía inundado por ti... Libre al fin. Te quería. Por fin podría alzar el vuelo y encontrarme contigo. Por fin podría sellar el mal que encierro dentro. Ese era mi objetivo. Convertirme en tu ángel guardián lejos de la oscuridad del demonio que mora también en mi interior, inundado de luz y de esperanza. Y así fue...
Mis alas se desplegaron, llenas de gracia y luminosidad, reflejaron la luz del Sol como si fueran espejos y llenas de una belleza clara y pura deslumbraron a mis enemigos, aquellos que trataban de apartarme de mi camino. La luz carbonizó a todos aquellos demonios. Mi meta estaba ahí delante. Faltaba tan poco...
Mis alas se desplegaron, y libre al fin de obstáculos alcé el vuelo. Volé, por primera vez en mucho tiempo y a toda velocidad. Estabas allí, te veía esperándome, esperando mi llegada y mi beso. Como un rayo cruzaba el firmamento, con mi mirada fija en ti. Estabas tan bella.
Mis alas desplegadas me lanzaban veloz por el aire. Habías renunciado a tanto por mí... Y de repente una flecha se cruzó en mi camino. Una sola flecha, que se clavó en mi pecho. Mis alas volvieron a ser negras. Mi mirada se volvió de nuevo gélida, sorprendida por el repentino ataque... Y el ángel cayó. En la luz rojiza del atardecer se dibujó la silueta del ángel, ahora de nuevo sumido en la oscuridad, cayendo a toda velocidad. Y mi mirada nublada se centraba en ti, preocupada por verme caer pero a demasiada distancia de mí aún. Sabes que no podrías alcanzarme, y yo te hago señas de que te quedes allí. Es mejor así. "No corras riesgos por mí, estaré bien. Quizá algún día me encuentre contigo. Y para entonces quizá seamos los dos felices." Es mejor así. Y así, el ángel cayó... sumido en las tinieblas de la noche que se cernía sobre él.

lunes, 5 de diciembre de 2011

En soledad...

Todos entramos en ese pub que solíamos frecuentar, en el callejón de siempre, y nos sentamos en los sofás de siempre ante la mesa de siempre. Pero al franquear la puerta, yo vi algo que mis amigos no vieron. Allá al fondo, sentadas, estaban ellas, con la gente a la que siempre habíamos evitado. No me pareció nada extraño, a fin de cuentas se habían ido separando... pero dolía saberlo, y me enfadaba. Sin embargo, cuando me vieron y me saludaron, yo las saludé, con una sonrisa en la cara. No podría soportar llevarme mal con ellas por una tontería así, y además tampoco sabía qué había ocurrido. Lo mejor es quedar bien con todos, o al menos intentarlo. Me fui a la barra a pedir una cerveza, ya que los demás ya habían pedido cada uno lo suyo. Y allí me quedé, pensativo pero sin saber en qué pensar... ¿En el amor? No, eso ya tendría solución. Ahora me preocupaba otra cosa... pues acababa de entrar esa chica y estaba hablando con mis amigos. Yo seguía esperando mi cerveza, así que no quise ir. Además, no es que me lleve muy bien con ella, creo yo. Pero eso no fue lo peor... Mi hermano estaba también allí y se acercó a decirme que se iban con ella. En cambio, él se quedó. Como borreguitos, los demás siguieron a esa chica y yo quedé allí, con la única compañía de la cerveza que acababa de pagar. Entonces escuché una voz a mi espalda.
- ¿Qué haces aquí solo?
Al girarme, vi que una de las dos chicas que estaban con esa gente se había acercado a dejar algunas botellas a la barra. Por contestación, me encogí de hombros y dije:
- Se han ido con ella. Y aquí me he quedado. Mi hermano se iba ya para casa.
Aún resuenan en mi cabeza sus palabras:
- Has hecho bien en irte a Salamanca.
Y yo me quedé solo, en el bar, tomándome una cerveza y preguntándome... ¿Cuándo cambió todo? Estaba harto de problemas y de separaciones. Pero al final me había quedado solo. A veces me pregunto si yo me lo busqué, si hice algo para que todos, este año, cogieran y de repente se marcharan con otros en lugar de seguir como siempre, juntos, hablando de nuestras cosas y riéndonos; contando chistes malos para ver quién lo hacía peor, haciendo el tonto por la carretera... Pero no. Ya veo que todo ha cambiado... o que el único que no ha cambiado he sido yo. Me he esforzado por seguirles el rollo e irme de fiesta con ellos, pero a mí ese rollo no me va, y lo único que he conseguido es descubrir que la cerveza y el Bourbon me gustan. Pero ya está. Cuando crees en algo, y crees ciegamente, parece ser que no es tan fácil cambiar. Supongo que no soy como los demás y que he de aceptarlo. Supongo que no soy "normal" en esta sociedad de gente "normal". Supongo que soy, simplemente, "raro". Y los "raros" se llevan bien con todo el mundo, pero sólo tienen amigos "raros". Los demás son solo colegas. Lo que me pregunto es... ¿Son ellas mis amigas? ¿Se consideran amigas mías o simplemente se llevan bien conmigo? Porque a veces he llegado a pensar que los demás solo llaman a mi hermano y en esos momentos me siento como un intruso en ese grupo. Y los intrusos no suelen sentirse bien. No sé si me explico...

lunes, 21 de noviembre de 2011

Me dijo que vendría...

Me dijo que vendría, estoy seguro. Y aquí estoy, esperándola. Hace mucho frío, pero si busco cobijo en alguna parte podría no encontrarme. Es un bosque inmenso, lleno de escarcha por el viento gélido que hace agonizar a los árboles bajo su blanco azote. A pesar de ser un bosque tan grande y tan frío pasa mucha gente por él, todos conocidos míos. Todos me saludan al pasar, todos me sonríen y me invitan a ir a algún lugar más cálido. Algunos por cumplir, otros de corazón. Pero yo siempre contesto que estoy esperando a alguien. Y que pasaré este invierno eterno aquí si hace falta. Mis labios sonríen, pero mis ojos sólo reflejan la luz de la Luna cual cristales de hielo en noche oscura. Y ellos prosiguen su camino. Algunos con mirada triste, es lógico, también ellos parecen esperar algo o alguien. Otros con mirada feliz. Algunos se preocupan por mí e insisten, pero yo soy demasiado obstinado. Otros no se lo piensan dos veces y se van con un: "Tú mismo."
Me dijo que vendría, estoy seguro. O tal vez me hizo ver la posibilidad y yo interpreté mal... Dudas. Siempre las dudas. Pero sigo esperando. No me rindo tan fácilmente. Combatiré a la misma naturaleza si hace falta, pero la esperaré por si aparece. Si busco cobijo y viene, luchando contra el temporal, ¿cómo voy a verla con esta ventisca que se ha levantado? ¿Y cómo la llevaría a algún lugar cálido? No. He de esperar...
Me dijo que vendría... pero ya no estoy tan seguro. ¿Me lo dijo en verdad o es una vana ilusión de mi débil mente que se aferra a la esperanza? No lo tengo claro. Los recuerdos son lejanos y difusos. Como una diminuta columna de humo desaparece en el viento huracanado, así escapan los recuerdos de mí. Quiero pensar que sí, que me lo dijo. Quiero pensar que no aparece porque le ha surgido algo y en cuanto lo arregle llegará. Y juntos nos iremos a algún lugar donde salga el Sol. Pero solo siento el frío a través del abrigo y la bufanda. ¿Dónde está? Mi vista... se me nubla. No. No puedo dormir. Pero tengo tanto sueño...
Me dijo que vendría. Y aquí sigo, esperando, pero las dudas asedian continuamente mi cabeza. Debo dar lástima... La ventisca es fuerte y apenas puedo sostenerme, pero he de continuar. Si viene, no puedo abandonarla en medio de este temporal. Podría quedarse congelada en algún sitio buscándome. Pero también es cierto que yo podría quedarme dormido como estoy, entumecido por el frío y azotado por el viento, para no volver a despertar...
Me dijo que vendría... pero sólo en mi cabeza. No vendrá. Contemplaba la posibilidad de venir pero no lo sabía realmente. ¿Y si viniera? ¿Y si no viniera? ¿Será esta mi última espera en la nieve? Si así ha de ser, que así sea. Si viene, estaré a salvo. Si no viene, nadie me echará de menos. O quizá sí, pero llorarán por un tiempo y luego me olvidarán. Está claro lo que yo soy, tan sólo un humano corriente como todos. No destaco en nada. No soy un estudiante modelo, un genio de la guitarra o el piano o un as del breakdance y el baloncesto. Soy un sencillo iniciado en el beatbox, no soy especialmente bueno en tiro con arco... No destaco. Paso desapercibido a todo el mundo. ¿Por qué deberían echarme de menos? Eso ahora no importa... ya dejaré para más tarde mi baja autoestima. Si hay un "más tarde"...
Me dijo que vendría... y aquí sigo. De pie, luchando contra la violencia del viento y la nieve, temblando por el frío, que cada vez es más intenso. Y de repente cesó la ventisca. Sólo queda el suelo cubierto de nieve y los árboles brillantes de escarcha. Sólo quedo yo de pie en medio del bosque... y una lágrima congelada como mi única compañía.
Pero quizá... y sólo quizá... me dijo que vendría.

domingo, 13 de noviembre de 2011

El encuentro...

A pesar de que ha pasado ya media hora desde que derrotara a esos dos guerreros, las heridas que me han hecho han tenido efectos devastadores en mí. No han tocado órganos vitales, viviré. Pero no puedo más. No puedo levantarme y no quiero caer. Se me nubla la vista. No... No aguanto más. Apenas unos instantes, me parece ver cómo una bella dama cruza el camino, siguiendo otro que tal vez es invisible a mi vista. Se ha girado hacia mí. Puedo ver sus ojos, azules como el agua reflejando el cielo. Y su pelo... rojo como el fuego. Pero ya no soy capaz de distinguir nada. Ya no me sostengo.

Abro los ojos con esfuerzo. No sé dónde estoy, ni cuánto me he pasado durmiendo. ¿Qué es esto? Estoy... tumbado en un lecho de hojas. Parece obra de un hada. No, este lecho lo he visto antes. ¿Dónde? Me resulta vagamente familiar... Oigo una voz femenina. A la vez es desconocida y familiar para mí...
- Al fin despiertas- dice.
Con un esfuerzo sobrehumano, consigo incorporarme a medias y girarme, haciendo caer la sábana de hojas. Y veo a una hermosa chica cuyos ojos son azules. ¿Es la misma que pude ver en el camino? No, ella tiene los cabellos de oro. Además, me resulta vagamente conocida, como un recuerdo que quisiera aflorar en mi mente tras mucho tiempo sumido en letargo dentro de mi corazón. Esa voz...
- Te veo un poco aturdido- la joven sonreía. Tiene una sonrisa muy bella. La piel de marfil y el ajustado vestido que revela todas sus formas. Tiene que ser una sílfide, o alguna criatura no humana. No puede ser humana y a la vez tan hermosa.
- ¿No me recuerdas?- dice ella.- Es comprensible... ha pasado mucho tiempo.
Un recuerdo vago comienza a aflorar en mí. El recuerdo de una voz, una mirada... y un susurro: "Prométeme que cuando veas una rosa blanca, como yo lo fui, pensarás en mí. Te amo, por eso nunca te dejaré, incluso más allá de la muerte te querré siempre. Yo seré tu rosa fantasma."
- ¿Crystal?

sábado, 5 de noviembre de 2011

Hoy llueve...

El camino me ha llevado muy lejos, más de lo que imaginaba. Sé que alguien va tras mis pasos, pero no puedo evitar detenerme en mitad de la lluvia a observar este sobrecogedor paisaje. Es fantástico. Una vasta explanada, verde por el césped y sembrada de rosales repletos de rosas negras que bordean el camino secundario que sale del que yo sigo hasta un inmenso, descomunal cerezo en flor. Se le ve muy anciano, y el gris de las nubes llena de tristeza su belleza. El agua golpea, impasible, mi rostro y el agua del cielo se junta con el agua de la tierra. Algo distrae repentinamente mi atención
Siento algo aproximándose a mí. ¿Un enemigo? No tengo intención de huir más. No puedo huir para siempre, ¿verdad? Si muero aquí, nadie me echará en falta. Y si no muero, entonces me haré más fuerte. Y con este pensamiento, mi brazo desenfunda mi colosal espada cuya empuñadura posee la forma de un dragón dorado en pleno vuelo. Y la hoja descansa en el suelo aguardando la llegada del enemigo. No hay escapatoria posible, no hay escondite en el que refugiarme. Mi espada vibra con vida propia ante la emoción de la batalla, e incluso puedo escuchar el rugido latente en su interior.

Dos guerreros se encuentran ante mí. Imponentes, su aura irradia una fuerza como jamás había sentido. El primero blande un inconmensurable hacha y una imponente armadura escarlata le cubre por entero el cuerpo. Su segundo oponente porta una armadura negra como el mismísimo azabache y su arma, una gigantesca y amenazadora maza cuya cabeza está adornada con aguzados pinchos en forma de picos, descansa con la contera en tierra.
- Guerrero mitad luz y mitad oscuridad- oigo decir al caballero rojo.- Hemos venido a retarte a un combate a muerte. Mi nombre es Strast, el caballero de la sangre.
- Mi nombre es Ljubav, el caballero negro. Somos lo último que queda de Nightmare, a quien ya te enfrentaste y derrotaste en una ocasión. Si nos derrotas, nos tendrás a tu servicio.
- No tengo intención de luchar. Sólo quiero saber qué queréis de mí.
- Queremos tu elección. Estás entre la espada y la pared, y nosotros queremos que salgas de esa situación. Queremos ser libres, sometiéndonos a ti o librándonos para siempre de ti. No te queda alternativa. Lucharás.
El caballero escarlata ataca, sin previo aviso. Pero mi espada ya está esperándole. La emoción de la batalla me llena, mas no me da tiempo a disfrutar de ella. La maza del caballero negro busca mi cuerpo. Esquivo el golpe interponiendo de nuevo mi espada a la vez que empujo al caballero rojo hacia atrás. Están perfectamente compenetrados. Cuando uno ataca, el otro retrocede o se aparta y viceversa. Son demasiado rápidos para el pesado equipamiento que ambos llevan encima. No, no son humanos. Detengo los increíblemente rápidos golpes que ambos lanzan, evaluando la situación y buscando el momento perfecto. Y lo he encontrado. Una brecha en la guardia del caballero rojo tras desviar uno de sus ataques me permite encarar fácilmente al caballero negro, haciéndole errar el golpe al golpear su arma en pleno vuelo con la mía. Lanzo una patada al caballero rojo, que ya está empezando a recuperarse, y consigo impulsarle dos metros hacia atrás acertándole en el pecho con un sonido parecido al de un gong. Pero el caballero negro sigue atacando. Vuelvo a bloquear su ataque e inicio un rápido contraataque. Mezclando tajos y estocadas a toda velocidad, consigo que retroceda unos metros. Con el impulso del salto, descargo un golpe descendente a la vez que canalizo la fuerza por mi espada. Mi enemigo lo esquiva en el último segundo y la fuerza descargada abre tres brechas en el suelo, que convergen en la punta de mi hoja. El caballero rojo, mientras tanto corre hacia mí. Con una velocidad imposible, interpongo mi arma entre el hacha y mi cabeza. Y de nuevo contraataco. No pienso rendirme.

Tres horas de batalla que parecen eternas. Comienzo a sentir pesados los brazos. En mi brazo izquierdo se abre una herida, apenas un rasguño, pero duele. En mi rostro se ha abierto otro que cruza mi pómulo izquierdo. No tengo otra opción. Tras un encuentro fatal de las tres armas, consigo empujar a ambos oponentes y ganar un respiro, en el cual aspiro aire y me concentro. Un aura de luz y un torbellino de oscuridad me envuelven...
Me siento... cálido. Mi pecho me arde mientras en él se dibujan unas líneas plateadas semejantes a tatuajes tribales. Mi pelo y mis ojos se vuelven azules, y en mi espalda nacen dos hermosas alas emplumadas de color negro. Abro los ojos y miro a mis dos enemigos, boquiabiertos.
- No me rendiré- esbozando una sonrisa, me dirijo hacia ellos con estas palabras.- No puedo caer aquí. No puedo caer habiendo llegado tan lejos. Todavía me falta un largo camino por recorrer. Hoy llueve... pero más tarde saldrá el Sol.
Sin esperar su respuesta, vuelvo a iniciar mis ataques. Recompuestos a velocidad asombrosa, bloquean a duras penas los golpes. Hacha y maza brillan, y trazando una cruz lanzan una honda de energía en forma de aspa. Pero eso me da tiempo para poder cargar la fuerza necesaria para mi ataque final. Con un destello aparezco por encima de ellos. Una enorme bola de energía, mitad luz, mitad oscuridad, se forma por encima de mi mano izquierda, alzada sobre mi cabeza. Batiendo mis alas me sostengo en el aire mientras ellos me descubren... ya demasiado tarde.
Al contacto con el suelo, la bola de energía estalla provocando una onda expansiva luminosa rodeada de rayos negros que lanza por los aires a ambos guerreros. Una vez en el suelo, vuelvo a mi forma humana. Me acerco a ellos.
- Nos has derrotado, Kareth Dylan. Estamos... a tu servicio.
Los dos guerreros se desvanecen poco a poco. Sus armas han quedado clavadas en el suelo por la contera, cruzados el cabezal de la maza y las hojas del hacha. Todo el cansancio se agolpa sobre mí y me hace clavar una rodilla en tierra para no caer al suelo. Me apoyo en mi espada.
Hoy llueve...
La lluvia, despiadada, me tortura con sus gotas que parecen más esquirlas frías de hielo y que amenazan con perforarme. Pero no puedo levantarme.
Las nubes comienzan a disiparse...
Siento la calidez del Sol ascendiendo por mi espalda hasta mi nuca. Alguien me agarra del brazo.
- Levanta- me dice una voz de mujer.- Puedes hacerlo. Continúa el camino que yo no pude continuar.
Mi mirada se encuentra con esos dos ojos azules, tan familiares y a la vez tan desconocidos, que sonríen por ellos mismos. Está tirando de mí para levantarme. Y con su ayuda, lo consigo. Pero cuando quiero volver a verla... ya no está.
Hoy llovía... pero ya ha salido el Sol. Siento su calidez en mi rostro mojado. Estoy agotado, pero me siento... bien.

domingo, 30 de octubre de 2011

Uno de esos días...

Hoy es uno de esos días. Uno de esos días en que escondes tu corazón al mundo porque tienes miedo de que vean cómo eres realmente. ¿Pero por qué ese miedo? ¿Por qué esa tristeza y esa forma de recluirse en el interior de tu corazón? Porque has luchado para nada. Has luchado para que esa persona a quien un día amaste más que a tu vida te traicionara, te diera una puñalada por la espalda. Has luchado para que alguien a quien considerabas tu amigo repentinamente la traicione, dejándote de lado por cualquier tontería. Tanta lucha, tantas heridas sufridas para que, al final, ocurra lo que querías evitar. Tu amor, antes fluido como un río, repentinamente se seca, dejando costras que te oprimen el pecho y astillas que te perforan el corazón. Tu confianza en las personas que te han traicionado se rompe. Puedes llegar a cambiar si algo así te ocurre varias veces.
Eso fue lo que me pasó a mí. Por eso desapareció la sonrisa eterna de aquel chiquillo, por eso se acabó la disposición de ayudar a los demás. En mí nacieron dos facetas: el ángel y el demonio. El ángel hace que pueda seguir sintiendo por la gente aprecio, amor o amistad; hace que sea capaz de ayudar a los demás, que siga siendo tan profundo. El demonio es quien se muestra en el exterior, es la frialdad de mi rostro, son las ganas de salir de fiesta y beber, el buscar cobijo en un cuerpo para intentar llenar ese vacío inacabable que sientes en tu pecho.
Pero sabes que hay gente en la que puedes confiar. Aunque haya malentendidos a veces, aunque haya ciertas dudas al fin y al cabo son amigos tuyos. Al fin y al cabo, les aprecias muchísimo, y ellos lo saben y tú también. Por eso les echas de menos. Porque sabes que en determinados momentos en que les necesites, estarán ahí. Y porque sabes que son ellos los que te sacarán de la monotonía de vivir, los que te arrancarán una sonrisa cuando estés triste, los que te ayudarán siempre que puedan... y con quienes podrás salir de fiesta sin preocuparte, o quienes te llamarán alguna vez para saber cómo estás cuando no estás con ellos. Sí, me refiero por supuesto a vosotros, que sabéis quiénes sois porque os lo he dedicado. Cuántas cosas hemos vivido juntos y cuántas nos quedan por vivir, ayer y hoy unidos, todos en familia. Quién me vio y quién me ve ahora.
Pensaréis que estoy loco, es cierto, porque tirarme tres horas pensando esto... tiene delito. Pero es que no sabía qué decir. A fin de cuentas, no siempre es fácil explicar lo que sientes... ¿No es así?

Amor platónico

Es una belleza... Estoy completamente hipnotizado por su hermosa tez blanca, sus preciosas curvas... y está ahí, a mi alcance. Tan sólo tengo que estirar la mano... no. Tengo que resistir la tentación. Es un sentimiento muy fuerte, me despierta mis instintos más básicos: el deseo. El más puro deseo me invade por completo. Es una preciosidad. No puedo contenerme, debo acercarme más. Comienzo a acariciar su hermoso relieve, esas líneas suaves y blancas surcadas por bellas rayas azules. Me encantaría poder ver en su interior... Siento cómo se me eriza el vello en la nuca y la cabeza. Las pupilas se me contraen admirando el brillo de su exterior. Me veo reflejado, con mi imagen distorsionada por el azul zafiro de esas lentes...
Es mi amor platónico. A pesar de verlo, de tocarlo, de tenerlo enfrente... sé que nunca lo tendré. Es mi amor platónico... ¡BMW M3 GTR!

sábado, 29 de octubre de 2011

Decisiones

Las luces alumbran las calles de esa bella ciudad nocturna, en la cual la vida surge de nuevo tras varias horas de calma. Multitud de jóvenes se aglomeran ante los pubs, las discotecas, las chupiterías... Entre tanto universitario junto, mi vista se centra en un grupo concreto. ¿Quién soy? Os lo diré en el momento oportuno.
Ese grupo lo forman varios jóvenes. Pero sólo uno de ellos destaca por mostrar a los demás lo que en realidad no siente... Han entrado en una de las discotecas, y el chico no se siente mal, realmente se lo pasa bien con sus colegas... pero se siente vacío. Se disfraza de alguien que no es él. ¿Qué intenta demostrar? Esa es una pregunta para la que ni siquiera él tiene respuesta. Con una copa en la mano baila junto a sus colegas, haciendo como que busca con la mirada... pero en realidad él sabe lo que busca. Y sabe que en ese contexto no lo va a encontrar. Y sabe que al día siguiente se va a sentir mal, por ser como no es, por disfrazar sus verdaderos sentimientos. Una parte de él lo desea, y lo empuja a beber y a divertirse. La otra solo le dice que eso no le hará sentir mejor. Una parte de él le dice que si bebe se sentirá mejor, acallando a la otra. Le dice que se hará más valiente, que podrá lanzarse a por la chica que desee. Pero la otra le dice que eso no es verdad. Y él lo sabe... sabe que sólo una persona podría llenar ese vacío. Y que no lo hará.
El muchacho esboza una sonrisa con la boca, tratando de ahuyentar esos pensamientos, tratando de divertirse. Pero tiene la mirada triste, y nadie se da cuenta de ello. Y bebe... bebe para olvidar. Bebe para poder ser más valiente, para pasárselo mejor. Aunque realmente no sea así. Aunque sabe que se está destruyendo a sí mismo. Aunque sabe que el alcohol no ahogará sus penas, sino su estómago. Aunque sabe que su barriga se llenará, pero el vacío no es físico, por tanto no podrá llenarse con el líquido. Y sin embargo bebe. Bebe riendo, con la mirada velada por los efectos de la cuarta copa. Pero en su interior aún está la parte de él que siempre le ha acompañado. Ese ángel que se coló en su cuerpo cuando nació.
Pero predomina el demonio que habita en su interior. Predomina porque se aprovecha de su debilidad, con promesas vanas y mentiras. Pero el chico cae una y otra vez, como si fuera verdad. Aunque supiera que no lo es. Y a la mañana siguiente se torturará a sí mismo por ser como no es en realidad. ¿O quizá sí que es así? También es verdad que tanto demonio como ángel forman parte de él... Que juntos conforman al ángel oscuro que él es. Oscuridad y luz que se materializan en forma de personalidades en su interior. Que le obligan a actuar siguiendo sus impulsos o la razón, respectivamente.
Él no quiere ser así. Quiere seguir siendo el ángel que nació con él. Pero se comporta como el demonio... porque no es tan fuerte como quisiera ser. Porque en realidad no es valiente, sino cobarde. Porque no quiere esos recuerdos que le visitan cada noche en sueños. Y se hace una promesa:
Después de esa noche, cambiará.
¿Que quién soy yo? Os lo diré, porque es el momento oportuno. Yo soy él, y él es yo. Yo soy Kareth Dylan, el ángel oscuro. Ese ángel oscuro que ha de conservar su maldad y utilizarla por el bien. Son valores relativos, pero espero saber distinguirlos.Yo soy Kareth Dylan, el ángel oscuro.

miércoles, 26 de octubre de 2011

Extraña historia

Tras su desaparición, el joven no había vuelto a ser el mismo. ¿Qué había sido del siempre sonriente chiquillo, dispuesto a darlo todo por ayudar a los demás?¿Por qué se había cambiado la cálida sonrisa por esa expresión de fría indiferencia ante todo? Es algo que sólo él sabe, que sólo él comprende... porque nadie más ha logrado ni querido hacerlo. ¿Cuándo cambió?¿Tal vez aquel verano en aquellas tierras remotas?¿Tal vez ese invierno, en el momento en que recibió un mensaje cuando se dirigía a la cancha de baloncesto?¿Quizá un par de meses después de eso, cuando le hicieron mucho más daño del que podía soportar? Ni siquiera él lo sabe... Ahora ahí le puedes ver... pensativo, contemplando sin ver el negro cielo de la noche, buscando unas estrellas invisibles mientras la guitarra toca una melodía suave, lenta, romántica... triste. Pero él sigue con la misma expresión de frialdad. ¿Qué es lo que pasa por su mente en este momento?¿Recuerdos?¿Reflexiones?¿Pensamientos sobre la melodía? No. Está escribiendo, mentalmente, una nueva canción. Una canción cuyo tema no es el amor, ni la tristeza de haberlo perdido. Una canción de exaltación a la vida, una dura crítica a esta sociedad o tal vez una oda a la misma música. ¿Puede que esté pensando qué fue de su corazón?¿Dónde se perdió? ¿Quizá se está preguntando qué ha pasado con esa luz que tenía en su interior? No. Se está preguntando él mismo... qué es lo que está pensando.

domingo, 23 de octubre de 2011

Sólo soy un hombre...

Sólo soy un hombre...
recuerdo efímero de esta realidad,
dos espíritus que luchan por el control...
ángel y demonio contenidos en un cuerpo mortal.
Sólo soy un hombre...
un hombre que lucha contra la adversidad,
que se guía por sus sentimientos
de amor, cariño y sincera amistad.
Sólo soy un hombre...
oscura sombra de un relámpago fugaz,
que se enamoró, sí...
para bien o para mal.
Sólo soy un hombre...
alma incomprendida,
repleta de ingenuidad,
una moneda tirada al aire
que se ha perdido en la oscuridad:
"Moneda que está en la mano,
tal vez se deba guardar,
la monedita del alma
se pierde si no se da."
Sólo soy un hombre...
un hombre y nada más.
Sólo soy un hombre...
un hombre cualquiera,
cuyos ideales románticos ya
no pertenecen a esta era.
Sólo soy un hombre...
mientras el tiempo así lo quiera,
un hombre que ha visto en ti
a una joven sincera.
Sólo soy un hombre...
un hombre que espera
la llegada de la indicada
tras varias noches en vela.
Sólo soy un hombre...
que en tu corazón desea entrar...
sólo soy un hombre...
un hombre y nada más.

miércoles, 19 de octubre de 2011

Amor a primera vista

Son sus ojos, sin duda,
son sus ojos los que me llaman,
los que me miran, intensos,
sin necesidad de decir nada.
Azules, como el mar;
dulces en su mirar,
tiernas como un beso...
pero sin besar.
Son sus ojos, sin duda,
puertas abiertas al alma,
pozos a los que me asomo
y caigo, en el abismo de la calma.
Pero nada puedo hacer,
pues me miras... sin ver.
Me veo reflejado en ellos
tan sólo por casualidad...
sé que en tu corazón
yo no podré entrar.
Un día tus ojos me miraron
y ya no pude escapar...
sólo hizo falta un día
para que me pudiera enamorar.
Solamente pediré...
verte un día más.
Solamente pediré...
que pase mi estrella fugaz.

Paisaje urbano

Tras los grandes rascacielos se pueden ver algunas nubes en el cielo nocturno, iluminadas por las luces de la ciudad. Desde aquí abajo parece que si te subieras a uno de ellos las podrías tocar. Pero al bajar la mirada descubres una calle llena de color y de vida. Las sombras danzan al compás de sus amos, que pasean por la calle (algunos parece que tienen prisa). Parejas de enamorados se sonríen y se besan, puestos de venta de productos artesanales a los que se acercan bellas jóvenes y personas adultas para admirarlos y quizá comprarse algo; un pobre, pidiendo a la puerta de una casa que destaca por sus adornos con forma de conchas en toda la fachada... Y se puede ver, allá a lo lejos, a un chico que camina solo, con una guitarra a su espalda.

La plaza mayor, de una belleza que quita el aliento al contemplarla por primera vez, y aún más de noche e iluminada por las luces. Miles de personas congregadas en ella. Destacan los universitarios y universitarias, jóvenes que disfrutan de una tranquila y bella noche con sus amigos y amigas allí, sentados en el suelo de grandes losas grises, tal vez acompañados de la música alegre de algún instrumento. Bromas seguidas de risas y carcajadas llenan de alegría ese paisaje. Quizá también alguna pareja habla alegremente sentados en un banco, mientras las terrazas se llenan y los camareros, cansados, acuden a atender a sus clientes. Un comercio cerrando, mientras un pub abre sus puertas. Un portero, por una de las calles, prohíbe el paso a un grupo de estudiantes. Y más allá se distingue, cabizbajo y perdido en sus pensamientos, a un solitario muchacho con una guitarra a su espalda.

Llegamos a un hermoso parque, ya a las afueras y cercano a un paseo que bordea el río. Alguna pareja en un banco, sentados, dirigiéndose palabras de amor y besos con la dulzura de una flor en primavera. Puedes sentir la caricia de la suave brisa de la noche, una melodía nocturna que hace que te recorra un escalofrío por la belleza que contemplas. Pero... ¿qué es eso? Se puede oír una voz, y una preciosa melodía que la acompaña. Juntas conforman una balada que habla de amor, de soledad, de ilusiones rotas. Puedes observar varios bancos de piedra... y allí lejos, en un rincón, un chico solitario tocando la guitarra... con una única lágrima resbalando por su mejilla. Una única lágrima de tristeza infinita, en medio de un mar de inmensa alegría.

martes, 18 de octubre de 2011

Un recuerdo y un instante

Lo era todo para mí. Entonces... ¿Por qué se fue? Ni siquiera se despidió. Simplemente se esfumó. Se esfumó, disipada con el humo desaparece en el aire, como el viento que se lleva los susurros que nunca acaban de salir de la boca de alguien que no se atreve a expresarlo. Desapareció, como la gota que quería llegar al mar y sin quererlo acabó en la seca arena de la playa. Cayó en el frío vacío del olvido eterno, se desvaneció como la lágrima furtiva que cae por tu mejilla revelando tu tristeza infinita. Se fue, sí. Se fue.
Ahora maldigo mi suerte. Abandonado a mi suerte, perdido en un bosque en que se juntan las lágrimas y la lluvia entre los árboles de mis pensamientos, cuyas hojas tejen una maraña por las que raras veces se abre paso la luz del Sol. Las nubes grises descargan su furia sobre mí, apartado a un lado del camino que creo adivinar entre los gigantescos troncos, agazapado entre las sombras sin encontrar ni tan siquiera una cueva, un agujero que me cobije de las frías garras de la lluvia. Con una rodilla en tierra y sin fuerzas para levantarme, ambas manos apoyadas en el fango tratando de sostenerme en esa posición, tratando de que no me fallen para no acabar allí tumbado.
Ella se fue, como el sonido de un trueno a lo lejos.
Mi cara está mojada por mis lágrimas y por las gotas de lluvia.
Sí, ella se fue... como la tormenta se irá cuando llegue la mañana.

Mi razón

Escribo para olvidarlo todo
y a la vez recordarlo,
como por olvidar bebe un borracho
con la botella en la mano.
Escribo para olvidarlo todo
y a la vez recordarlo,
sólo dejo que mis pensamientos
fluyan al compás de mi mano.
Escribo para olvidarlo todo
como aquella melodía tan bella,
que levanta recuerdos perdidos
de aquella que una vez fue tu estrella.
Escribo mirando al cielo
con mi mirada perdida,
escribo mientras caigo en el abismo
esperando una mano amiga.
Escribo... y seguiré escribiendo.
Escribo porque no quiero olvidar,
escribo para olvidarlo todo...
escribo para no recordar.

Un largo camino...

Una brisa fresca recorre mi rostro y me despierta. Siento mis párpados pesados del cansancio, ya que casi no he dormido... Y sigo un momento más, sumido en esa semioscuridad tan placentera, que no llega a ser completa, pues el Sol sigue empeñado en hostigarme y entrar por mis ojos. Mi brazo izquierdo descansa sobre mi pecho, mientras mi brazo derecho queda a mi lado, aferrado a algo metálico y frío. Mi pierna derecha, completamente estirada, descansa contra una piedra, y mi pierna izquierda está encogida con la rodilla alzada. Es una costumbre... En las mejillas siento el cosquilleo de la hierba y el viento que mueve las hojas del árbol orgulloso y majestuoso que se alza por encima de mí y me proporciona sombra. Y aún así, la luz consigue colarse entre sus hojas y castigarme, travieso, para que abra los ojos.
Suspiro... Y por fin me levanto. Ante mí puedo ver el paisaje que contemplaba antes de detenerme a descansar. Una vasta pradera verde, con algunos árboles y piedras como los que me han ofrecido cobijo bajo la abrasadora luz del Sol. Sigo notando bajo mi mano derecha algo metálico. Mi fiel espada. Una espada enorme, cuya hoja de doble he blandido sin descanso durante todo este camino contra todo tipo de enemigos. Esa espada que me ha acompañado siempre, y que aunque una vez se quebró, una luz la reparó. La empuñadura representa a un dragón dorado en pleno vuelo, escupiendo llamas que brillan con una misteriosa luz azulada. Sin duda me quedaría allí todo el día... Pero he de continuar. Todavía me falta mucho camino que recorrer...
Pero sigo un rato más. Mi torso desnudo revela las cicatrices de todas las heridas que he recibido a lo largo de las cruentas batallas. Victorias, derrotas, traiciones... Pero al final, nada de eso importa. Tantas veces preguntándome si debería dejar de luchar para nada. Pero algo me empuja a luchar, a no abandonar mi camino. La luz... Siempre la luz. Esa luz que aparece por las noches para alumbrar mi camino, esa misma luz que reparó mi espada en una ocasión, cuando ya no podía más... Esa luz es la que me ayuda, me da fuerzas. Siempre intento alcanzarla, pero nunca lo consigo. Tan sólo guía mi camino miles de pasos por delante de mí. Pero sé que algún día la alcanzaré.
Me levanto y cargo una vez más con mi espada a la espalda. Todavía me queda un largo camino por recorrer.

Cobardía o coraje

Sentado sobre la rama de ese altísimo árbol, observo el cielo estrellado. De nuevo estoy pensando en ti. Otra vez pensando en aquella que m...