domingo, 25 de junio de 2017

Cobardía o coraje

Sentado sobre la rama de ese altísimo árbol, observo el cielo estrellado. De nuevo estoy pensando en ti. Otra vez pensando en aquella que me traicionó, aquella que clavó un puñal en mis alas y las hirió, impidiéndome surcar de nuevo los cielos. Miro de reojo las heridas en esas alas de plumas negras. Aún sangran...
Pero sangran porque yo te permití que clavaras de nuevo ese puñal en éstas alas. Porque tú aún seguías ahí y aún sigues ahí, porque yo aún te lo permito. Porque todavía no he reunido el valor, que quizá no llegue a reunir, de actuar como un cobarde y alejarme de ti. Porque a partes iguales mi alma te odia y te desea, porque a partes iguales ingiero el dulce veneno que tú me das y el amargo antídoto que posees. Porque a partes iguales te añoro y te condeno. Pero todo ésto es tan sólo la respuesta a tu actitud... Sí.
Bajo de un salto del árbol. Allí estás tú. Hablamos. Reímos. Finjo estar bien. Y tú finges no hacerme daño. Todo se basa en eso. Todo está bien, porque tú nunca has pensado en mí como yo pienso en ti. Porque no me has correspondido a lo que yo te di y te sigo dando. Porque te ofrecí una cura para tu dolor de corazón y a cambio me hiciste todas esas heridas, quizá fingiendo o quizá no de que no te dabas cuenta. Quizá ahora finges no verlas, o quizá es verdad que no las ves.
Y entonces me aparto de ti bruscamente, porque no aguanto más. Porque te vas a encontrar con otra persona y te olvidas de mí como siempre has hecho. Y de nuevo ese puñal vuela a mis alas impidiéndome volar lejos de todo este bosque. Lejos de ti.
Y todo ésto se repite una, y otra, y otra vez...
¿Soy acaso un cobarde porque no me atrevo a decirte lo que debería decirte? ¿Por no decirte: "hasta nunca" y marcharme replegando mis alas y andando en dirección a la salida sin volver la vista atrás? ¿Soy acaso un valiente por afrontar todo este dolor para cumplir con mi palabra de no abandonarte? ¿Qué hay de mí?
Y de nuevo la pregunta resuena en mi interior y desato mi furia en lo más recóndito de ese oscuro bosque. Negros rayos procedentes de mi más malvada mitad afloran de mi cuerpo, destrozando árboles que se carbonizan sin llama. Todo a mi alrededor en un radio de 5 metros ha quedado calcinado. Es en ese momento cuando me invade la tristeza.
¿He hecho yo algo malo para que me trates así? Los cuernos de diablo que adornan mis sienes vibran con una luz violácea. Entonces te veo. Tú me estás observando. Sabes mi estado. Y no haces nada salvo fingir. Sabes de mi tristeza y no haces más que mirarme con lástima y una pizca de indiferencia.
Y no me atrevo a alejarme de ti.
Es mi cobardía la que no me deja huir. Es mi coraje el que no me deja huir.
Esa cobardía que destruirá toda la luz que queda en mí. Ese coraje que aumentará la oscuridad que habita en mí.

domingo, 27 de noviembre de 2016

La fortaleza de la debilidad

El pasado, pasado está. O eso es lo que dicen. Sin embargo es cierto que en cierto modo te persigue... Sí. Tu mente te juega malas pasadas, esos recuerdos que creías olvidados, esos recuerdos que creías desterrados de tu mente para siempre, de repente, como reacción a una palabra, una canción o una simple melodía tarareada... Vuelven. Sin más. Esos fantasmas del pasado te torturan en tu mente, vuelven para recordarte aquellos malos sentimientos o para recordarte esos buenos tiempos que jamás volverán. Vuelven para recordarte que no eres el de ayer, ni el de hace un mes o un año o un lustro. "Has cambiado" te dicen.
¿No crees que ya está bien? ¿No piensas parar eso? Deja ya tus preocupaciones arrinconadas en tu mente, pues preocuparse no solucionará tus problemas. Deja ya el pasado en el pasado, de vez en cuando recordar puede ser bueno pero desde luego si los recuerdos te torturan no lo es. Deja los buenos recuerdos en esa cajita al lado del corazón, donde se atesora todo aquello que te importa, y deja que los malos recuerdos floten hacia el cielo, elimínalos ya por fin. Si no lo haces, te consumirán. No podrás afrontar el presente si no te has librado de tu pasado. ¡Hazlo de una maldita vez!

Abrí mis ojos repentinamente ante ese grito y empuñé mi espada, alerta. Entonces los flashes me vinieron a la mente. Metal contra metal, sangre derramada, cuerpos... Me pesaba el cuerpo y mi mente seguía embotada. En medio de una masa de cuerpos, poco a poco, apoyado en mi espada, me fui levantando. Todos los cadáveres llevaban la misma negra armadura de mis recuerdos.
Todos ellos eran mis enemigos.
Estoy malherido pero no muerto. Yo sigo siendo yo. Levanto ese enorme acero y la apoyo sobre mi hombro derecho. ¡Todavía no he muerto! ¡Aún puedo luchar! ¡Tengo fuerzas de sobra para vencer a quien ose interponerse en mi camino!
Aprieto los dientes por el dolor, pero avanzo decidido entre los cuerpos de millares de enemigos. Las batallas son más duras cada día, los enemigos son más en cada oleada. Tropiezo. Alto... No esperes un brazo que va a sujetarte en tu caída, chico. Eso sólo sucede en las películas. Y quien detiene mi caída soy yo mismo. Planto la rodilla en tierra y me sostengo de nuevo con mi espada. ¿Quién me creo que soy para darme el lujo de descansar? ¡No, de eso nada! ¡Arriba! Y de nuevo me iergo en la explanada sembrada de muerte. Y sonrío.
No es una sonrisa falsa, ni de alivio por haber vencido.
Es una sonrisa verdadera por darme cuenta de que me sigo teniendo a mí mismo. Sigo siendo yo.
Y con mi espada al hombro, abandono la explanada de cadáveres adentrándome en el bosque, en pos de un nuevo peligro.
Sacando fuerzas de flaqueza. Pues de mi debilidad nace mi fortaleza.

viernes, 14 de octubre de 2016

Visto y no visto

Como un relámpago, visto y no visto. Tras el camuflaje más normal y aparente se esconde ella. Y yo lo supe ver... Pero, como siempre, al contrario no. Nadie nunca lo sabe ver, nadie nunca sabe cómo interpretar las palabras nunca dichas, los gritos reprimidos de un alma que suplica afecto, no... El alma solitaria de un desdichado a quien nadie comprende ni comprenderá jamás... Visto y no visto, cual relámpago en tormenta de verano, visto y no visto...
Y allí donde quedó ese joven romántico, lleno de esperanza, tan sólo queda una fría capa de escarcha que apenas logra taparle. Allí donde las flores lustraban todos sus colores, ahora sólo queda el azul glaciar del hielo que cubre los pétalos... Allí donde el cálido aliento de la primavera sacudía cada hoja, cada bello pétalo de flor... Ahora sólo queda el frío color azul pálido del hielo y la escarcha, ahora sólo crepita el fuego eterno de color azul claro que con solo tocarlo hacía perder el sentido del tacto, congelaba cada una de tus células. Visto y no visto. Visto y no visto...

domingo, 7 de agosto de 2016

Promesas de papel

Qué mala costumbre, sentir algo especial por alguien que crees especial. ¿Es realmente especial? No, es sólo lo que ves tú. Esa euforia repentina que te invade tan sólo porque esa persona siente lo mismo por ti... Qué sensación tan maravillosa, y peligrosa. Porque de la misma manera que empieza puede acabar. Y ese sufrimiento se hará mayor cuanto más tiempo pase.
Te das cuenta de que realmente quieres y "necesitas" a alguien cuando ya no le tienes. Te das cuenta de que todo lo que has pasado con él/ella, de que todo lo que habéis hablado, al final no es nada en comparación con lo que pudo haber sido.
Las promesas, en esos casos, son unos de los elementos más peligrosos, pues sólo son de dos tipos: las promesas de hierro, aquellas que no se rompen, que se guardan y poco a poco van oxidándose en el cajón del olvido pero que a pesar de ello siguen ahí; y las promesas de papel, las que una vez que se acaba todo se rompen y no se vuelven a recuperar.
Promesas... Siempre promesas, que al final nunca se cumplen. Es lo único que tienen ambos tipos de promesas en común.

No tengo muy claro si ésto es una disertación filósofo-antropológica o simplemente es una parrafada sin sentido en la que me desahogo por un desamor. Podéis interpretarlo como queráis. Pero lo que está claro es que esas promesas que yo tenía guardadas eran de hierro. Y siguen ahí. Y las suyas... Bueno, las suyas eran de papel. Promesas de papel.

jueves, 20 de agosto de 2015

Ébano y marfil

Hechos, palabras, tal vez sin sentido tal vez con toda lógica, miradas... No importa qué, todo lo que se cruza entre nosotros es formidable.
Ébano es su piel, oscuro y a la vez tan luminoso como su mirada, esos bellos matices de destellos que hacen que me muera por ella.
Marfil es su alma, pues es tan pura y valiosa o quizá más.
Ébano y marfil.
Una combinación peligrosa y a la vez única. La dureza del ébano esconde una delicadeza y sensibilidad adorables, tan buscados por las buenas personas en el interior como los colmillos y cuernos de ciertos animales por los furtivos del mercado negro.
Ébano y marfil, su belleza interior me atrae cual agujero negro, sea cual sea la distancia, pues es imposible, incluso para la luz, huir.
Ébano y marfil.
Piel de ébano, alma de marfil.
Amor incondicional, futuro incierto, presente para ella.
Ébano.
Marfil.

jueves, 2 de julio de 2015

Determinación de salvación

Ya no quedan ni las ruinas de esa magnífica ciudad destruida y acosada por la guerra. Esos vestigios de lo que un día fue una fortaleza inexpugnable ahora son inexistentes...
Esos muros antaño resistentes, ahora abatidos por caballos de Troya explosivos que una y otra vez me empeñaba en aceptar que superasen el umbral de las puertas. Y una y otra vez la ciudad caía, cada vez más y más en ruinas.
Ahora... ¿Qué es la ciudad sino un montón de escombro y ceniza? ¿Qué es el aire que surca sus ahora destrozadas calles sino columnas de humo que nacen de un fuego ya extinguido?
¿Qué es de mí?
Una y otra y otra vez... Una derrota tras otra después de tantas victorias ganadas, sólo por depositar mi confianza en lo que yo veía como un aliado y resultó ser mi peor enemigo.
¡Qué estúpido soy! ¿Cómo pude confiar en algo así? Los aliados no existen. Tarde o temprano siempre te traicionan. Ahora contemplo con pesar lo poco que queda de esa fortaleza. Levantarla de nuevo será toda una hazaña... Y aún más hacerlo completamente solo. No más caballos de Troya, ni aliados, ni rendiciones... No más piedad.
No habrá paz en mi fortaleza, incluso aunque, en el peor de los casos, formara alianza con alguien. Nadie quedará impune, nunca más. A partir de ahora, cada caballo de regalo vendrá escoltado por soldados, armados hasta los dientes.
Nadie volverá a atacar mi fortaleza. Nadie mientras yo esté vivo.
Nadie...
Jamás.

domingo, 7 de junio de 2015

Libertad encadenada, cadena de libertad

El viento acaricia mi cuerpo con una ruda suavidad que me hace estremecerme, cerrar los ojos y disfrutar de esta sensación.
Mis piernas recuerdan las tuyas entrelazadas con ellas, mi cuerpo extraña tu suave piel, mis labios saborean una vez más la dulzura de los tuyos, aún presente en ellos. Pero no estás.
Soy cautivo de esta libertad.
Soy preso de estas bellas y a la vez horribles emociones que cruzan todo mi cuerpo recordándote, con una libertad encadenada que no me deja otra elección que revivir esto.
Viento, siempre enlazado con la libertad. Viento, que rememora esta libertad que me encadena a ti.
Estas cadenas extensibles, que a pesar de darme tal libertad sigue siendo cautividad.
Cadenas de libertad. Libertad cautiva. ¿Dónde está la diferencia? No hay... Soy libre pero sigo cautivo de ti. Libertad exterior, cautividad interior.
Cautivo de mis propios sentimientos. Libre de sentir o no, pero cautivo de mis sentimientos. No puedo librarme de esas cadenas, esos grilletes que me atan a ti y que sin embargo no impiden mi movimiento. Odio y amo por igual esta sensación.
Porque me siento libre, pero no puedo evitar recordarte.
Cadenas de libertad, libertad encadenada.

Cobardía o coraje

Sentado sobre la rama de ese altísimo árbol, observo el cielo estrellado. De nuevo estoy pensando en ti. Otra vez pensando en aquella que m...